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Leyendas Urbanas y/o Mitos

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Mensaje por Gonzalo_G 09/08/08, 11:44 am

Que barbaro, esto es macabro! que bueno lo de ir encontrando partes, va bueno, como historia... Buenisima peque!
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Mensaje por nanu 09/08/08, 01:55 pm

jajajajajaj me alegro q te gustara! y si es macabro pero eso es lo q hace buenas a las leyendas XD jaja
dejo esta leyenda....

El toro negro

La siguiente historia ocurrió hace muchos años, y se ha venido contando año tras año, cada vez que se acerca la "SEMANA SANTA", en mi país se celebra, ya sea a finales de Marzo o a principios de Abril.
Sentados bajo la sombra de un frondoso árbol de Ceiba, mi abuela y yo conversando después de un día pesado y agotador, nos refrescábamos con agua fresca y natural, recién sacada del arroyuelo que emanaba de una roca inmensa, rodeada de enormes árboles y matorrales, que adornaban aquel caminito, que nos llevaría de regreso a la casa de mi abuela.
Era Jueves (Jueves Santo), bien lo recuerdo cuando la abuela me decía: Hijo, no vayas a salir mañana (Viernes Santo), y si sales regresa temprano. Le respondí: ¿Por qué, abuela?¿Por qué no quieres que salga mañana? Ella me contestó: Porque mañana es Viernes Santo, y no se debe de andar haciendo otra cosa más que rezar y meditar en nuestro señor Jesucristo. Y era cierto, todos los años el Viernes Santo, ni aún los peones trabajan tarde… Mi abuela procuraba que nadie trabajara tarde.
Pon mucha atención a lo que voy a contarte: "Esto sucedió en un pueblo de por aquí, muy cerca. Se trataba de un hacendado (poseedor de tierras), muy rico. Este hombre se llamaba Demetrio, era el hombre más rico de aquel lugar, poseía muchas tierras, ganado y tenía a muchos jornaleros bajo su cargo. Este hombre entre más riquezas tenía más quería obtener, sin importarle como obtenerlo; se decía que este hombre no respetaba a nadie, lo único que le importaba era obtener y obtener riqueza. Llegó la Semana Santa y don Demetrio como era de suponerse no guardaba ningún respeto por lo religioso, continuaba sus labores como cualquier semana normal. Pasó el Lunes, Martes, Miércoles..., en fin, llegó el Viernes.
Era Viernes, ya casi eran las 3:00 de la tarde cuando don Demetrio andaba en el campo con sus jornaleros, ya trayendo el ganado; don Demetrio tenía centenares de vacas, toros, bueyes y terneros. Cuando dieron las 4:00 todo el ganado estaba apartado, cuando de repente vieron a lo lejos un toro negro.
Don Demetrio dijo: Ese toro no me parece conocido, pero aún así me lo llevaré. Los jornaleros le dijeron: No, don Demetrio, no lo haga, ya es tarde y es Viernes Santo, tenemos que regresar estas horas son sagradas, y él les respondió: Qué sagradas, ni qué nada, hoy es un día común y corriente, y les ordeno que me traigan ese toro.
Los hombres asustados, le dijeron: No, don Demetrio ese toro no es suyo, además nunca lo habíamos visto por acá. Y don Demetrio muy enojado, está bien cobardes, iré yo a traerlo. Y subido en su caballo, salió a perseguir a aquel animal.
Los jornaleros regresaron a la Hacienda, a esperar a don Demetrio, pero se hizo de noche, y su patrón no aparecía por ninguna parte. Al día siguiente salieron a buscarlo, y no encontraron ni el rastro. Se dice que aquel toro negro no era otro más que el demonio, quien había venido a saldar cuentas con don Demetrio.
Se dice que cada Semana Santa, específicamente el Viernes, cuando ya empieza a oscurecer, si pones mucha atención, escucharás por los montes a un toro corriendo y a un hombre persiguiéndolo en su caballo. Ese es don Demetrio que anda purgando esa pena, por no respetar las cosas sagradas"
Bueno hijo, me dijo la abuela, ya es hora que nos vayamos, porque ya se hizo tarde.
Esa noche no pude dormir, pensando que don Demetrio andaría por allí, persiguiendo al toro negro. Así que al día siguiente (Viernes Santo) ni siquiera pensé en salir, y me quedé con mi abuela, meditando y reflexionando.
Así que tengan cuidado, si se topan con un toro negro el Viernes Santo.
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Mensaje por Gonzalo_G 10/08/08, 10:06 pm

A la mierda, ta jodido, igual que no aparezca por el norte de formosa por que lo carnean... jaajajajaj...

Ta buena, hay muchas historias, sobre viernes santo... tendria que buscarlas... Me gusto nanu!
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Mensaje por nanu 11/08/08, 09:47 am

jajaja me alegro!
bueno dejo esta leyenda....

El suicidio de la enfermera
Cuenta la leyenda que hace muchos años una bella enfermera se preparaba a contraer nupcias con un joven médico, ambos trabajaban en el hospital Arzobispo Loayza, de Lima, la capital peruana. La fecha de la boda estaba cerca y el novio viajó a su ciudad natal para invitar a sus familiares.
En el trayecto ocurrió un accidente de tráfico en el cual el apuesto médico perdió la vida.
Al enterarse de la noticia la bella enfermera que se encontraba de guardia en una fría noche limeña, decidió suicidarse.
Por aquella época, el hospital se estaba implementando de nuevos pabellones, con lo cual tenía maquinaria de construcción de la época. La enfermera que trabajaba en una segunda planta decidió tirarse al vacío y así acabar con su vida; así sucedió y con tal coincidencia cayó sobre unos hierros que acababan en punta, los cuales le quitaron la cabeza literalmente. Allí quedó muerta la bella joven enfermera sin cabeza.
Pasado el tiempo, aún se le ve caminar por los pabellones de dicho hospital. Algunos pacientes juran haber sido atendidos por una enfermera de traje blanco resplandeciente y capa de terciopelo azul, cuando en realidad ahora las enfermeras en el Perú no llevan capa azul...
Algunas personas dicen no haber podido verle la cara, y desde esos fenómenos se ha creado la historia de la enfermera sin cabeza...
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Mensaje por Plaztiika 11/08/08, 10:10 pm

ayy me da miedito =S
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Mensaje por nanu 12/08/08, 10:33 am

Encontre mas leyendas sobre fantasmas en los subtes......

Los Fantasmas del Subte

Varias historias circulan en torno a los subterráneos de la ciudad de Buenos Aires, que tienen como escenario principal las estaciones de la línea A, la primera de la red inaugurada en 1913, que actualmente une Plaza de Mayo con Primera Junta.
Una de ellas cuenta que un antiguo operario de la estación Sáenz Peña concurrió a los sanitarios en horas de servicio y encontró en ellos a un hombre degollado sobre un charco de sangre. De inmediato el atribulado empleado dio el alerta al personal de seguridad de la estación, quien acudió rápidamente a inspeccionar el lugar, encontrando el sitio en perfectas condiciones y sin ningún rastro de violencia. El veredicto fue unánime: se trataba de una alucinación.
Al día siguiente, volvió a repetirse la situación, aunque el protagonista fue esta vez otro empleado. Durante largo tiempo, muchos fueron los trabajadores que afirmaban haber visto al degollado en el baño de esa estación.

Otra historia de aparecidos tiene como escenario el tramo comprendido entre las estaciones Alberti y Pasco, aunque su figura central esta vez es una extraña mujer en traje de novia. Cuentan los dichos que se trata del fantasma de una joven a la que su prometido abandonó ante el altar, circunstancia por la cual la muchacha habría salido intempestivamente de la iglesia y se habría arrojado a las vías del tren. Otra versión, más romántica aún, señala que la ceremonia del casamiento se realizó pero al tratarse de una unión concertada por los padres de los novios, la muchacha prefirió suicidarse al salir de la iglesia antes de contrariar su propia voluntad.
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Mensaje por Gonzalo_G 12/08/08, 11:44 am

He peque viste que te quedaban leyendas!!!! jaajajaja...Sáenz Peña es mi estacion!!!! Voy a tener que caminar hasta congreso... ajaja... Muy buena peque, sobre todo lo del degollado.
Bueno y como lo prometido es deuda ak dejo el gran cuento Inspirado en dos de Edgar Alan Poe.... Es largo pero Vale la Pena....




Al borde del infierno





A Arthur S. Norden el paisaje que se deslizaba ante sus ojos, enmarcándose en la ventanilla del carruaje, le pareció el más optimista que había contemplado a lo largo de su vida. Los últimos cinco años los acababa de pasa encerrado, y sus emociones se hallaban bajo un compás de espera. No contaría mas de cuarenta años, había sido atractivo, bestia levita oscura, su cabellos espeso se hallaba prematuramente encanecido y sus pupilas mostraban el plomo del intelectual que teme a sus pasadas audacias mentales.



Su boca cerrada, en la que unos labios delgados revelaban la poca afición a las palabras, acuso un ligero temblor, debido a que el trote rítmico que el cochero estaba imponiendo a los dos caballos que tiraban de la berlina tendía a confabularse con la serena caída de la tarde, provocando que vibrasen de nuevo esas cuerdas que aun mantenían con vida sus recuerdos.



Durante unos segundos temió verla otra vez delante, amenazadora; pero la semipenumbra interna no fue quebrada por ninguna aparición fantasmal. Luego, siguiendo una inercia por una somnolencia tenaz, incurable, en su cerebro fueron apareciendo las trágicas escenas d una etapa de su existencia, para siempre cercana aunque la podía situar a unos veinticuatro años de distancia. La imposibilidad del olvido las traía a un nivel de presente, antes opresor y, en el aquel preciso instante, convertido en una herida abierta a cuyo dolor se había acostumbrado.



Se dijo que había vivido dos veces: la primera, oscurecida y casi borrada de sus pensamientos, se refería a un joven estudiante permanentemente dispuesto a lo desconocido, y que termino dejándose seducir por una mujer que vivía inmersa en el misticismo de los teólogos prohibidos, cuyos libros plateaban la supervivencia o la desintegración del yo y la individualidad humana a la hora de la muerte; y la segunda, tan sentida como el súbito deslumbramiento de un rayo que denuncia la mas terrible de las amenazas sobrenaturales, se veía enlazada en la terrible de las amenazas sobrenaturales, se veía enlazada con la terrible de las amenazas sobrenaturales, se veía enlazada con la enfermedad de su esposa, en una larga agonía compartida cuando ella estaba embarazada, con su defunción y entierro después de dar a luz a una niña, con los 20 años junto a su criatura que terminaría siendo igual que su madre, con el escalofriante escalofriante descubrimiento de un ataúd vacío y, por ultimo, con los cinco años de su internamiento en el manicomio



Dando marcha en el tiempo, Arthur recordó que también iba a una berlina cuando hizo su entrada en el inmenso jardín del sanatorio mental. El día estaba nublado y la lluvia empapaba el césped, los parterres, los árboles y los escalones de la gran escalera que facilitaba el acceso al edificio principal. Sin embargo, no se encontraba solo, por que en aquella ocasión le acompañaba Morella, su difunta esposa, repitiendo maliciosamente esa frase que al el le había vuelto loco:



“Me muero, y sin embargo viviré.”

En base a esa amenaza, el retorno de Arthur a la vida real, después de adquirir la certeza de que todo sus terrores supersticiosos habían sido fruto de una mente superexcitada, se hallaba sobrecargado de la necesidad de resarcirse de todo lo perdido.



Este propósito se diría que era algo más que una ilusión, ya que su mente volvió a zambullirse en el pasado…



Se vio entrando totalmente destruido en el manicomio. Varios días le mantuvieron encerrado en una habitación-celda suministrándole suero y narcóticos, hasta que creyeron oportuno llevarle ante el director. Ninguna de las preguntas que este le hizo obtuvo una respuesta coherente, por que Arthur solo repetía:

-¡Morella no esta en el ataúd… Por que Morella se reencarno nada mas morir, para vengarse de mi a medida que crecía nuestra hija…! ¡Nuestra hija era Morella!



Sus exclamaciones resultaron tan incongruentes, tan absurdas, que el primer interrogatorio fue muy breve. Durante el transcurso de los siguientes meses, se vio sometido a un verdadero enclaustramiento en un cuarto de reducidas dimensiones, gélido, húmedo y oscuro y que había sido provisto de un camastro, una silla y una mesa desvencijada como únicos muebles.



¡Que cuatros larguísimos años permaneció en este amargo encierro!



Sus cabellos se fueron encaneciendo, sus ojos casi se secaron de tanto esperar, temiendo la aparición de su esposa. Y cada vez que el fantasma brotaba, en cualquier lugar, el terminaba cayendo en una especie de trance epiléptico, que le forzaba a intentar romperlo todo, ¡hasta su miserable existencia!



Si aun conservaba la ida debía agradecérselo a las camisas de fuerza, a las duchas de agua fría y a los hipnóticos que le suministraban por vía oral o intravenosa.



Porque durante todo el tiempo que estuvo encerrado no dejo de verse atormentado por Morella:

-¡Nunca me has amado, reconócelo! –insistió el fantasma, escrutándole con los enormes carbunclos que eran sus ojos. ¡Te casaste conmigo bajo la voluble fascinación que te ha hecho saltar de un capricho a otro! ¡Con que facilidad te cansabas de todo…! Así llegaste a aborrecerme, a desear mi muerte mientras me veías languidecer, extinguirme.. ¡En las mismas puertas de la muerte, que yo no temía, supe lo mucho que te había querido… y lo injustamente que tu me habías tratado! ¿Recuerdas mis palabras?

-¡No, no… no quiero oírlas…! Vete, bruja… ¡Márchate con los nigromantes que se apoderaron de tu espíritu endemoniándolo!



-¡Tu cólera y tu desesperación únicamente suponen un pequeño tributo frente al desengaño que me provoco la certeza de que tu me habías utilizado como otra de tu “cobayas intelectuales”…! ¿Cuántas veces te arrepentiste de haberte unido a mi, sin que ello te impidiese alimentar una pasión natural y espontánea, la que sentía yo hacia ti, con unos besos fingidos y con una sexualidad artificial? ¿Cómo pude tardar tanto tiempo en descubrir tu farsa?



-¡Calla… Me niego a seguir escuchándote! ¡Ya estas muerta por segunda vez! ¡Nuestra… Tu hija, que eras tu misma, maldita Morella, ocupo el ataúd vacío!

-Si lo deje vacío una vez… ¿por que no he de poder seguir ocupándolo siempre que se me antoje, estupido racionalista?



Todas las batallas entre Arthur, el ser vivo, y Morella el fantasma, acostumbraban a ser como esta. Y el desenlace estallaba con el arrebato demencial del primero, que solo podía ser aplacado con morfina, opio y otras drogas alucinógenas.

A los cuatro años de internamiento, después de un periodo de calma, Arthur fue conducido al despacho del director del manicomio. Se encontró frente a un caballero de unos cincuenta años, de aire escéptico, que llevaba anteojos y exhibía unas manos escrupulosamente limpias.



-Me congratularon tus progresos, amigo mío. ¿Le gustaría seguir avanzando por ese sendero que lo conducirá a la total recuperación?



Arthur levanto la cabeza sin expresión alguna. Se hallaba sentado en un sillón de madera noble, tapizado con un cuero rojizo, y la falta de costumbre le obligo a tartamudear antes de formular las primeras palabras:



-¿Es… es posible lo que… que usted… me dice?

-En efecto, mismo Norden. Todo es cuestión de que usted siga mis instrucciones al pie de la letra… ¿Quiere tomar una taza de te antes de que le exponga el nuevo tratamiento?



El mismo director se encargo de esta pequeña tarea social, que reunía un poder terapéutico al suponer un trato entre iguales -dos amigos preocupados por la resolución de un problema común-, cuando en los últimos cuatro años el paciente había sido considerado mentalmente como un prisionero.

-Me lo envían directamente de la India, donde tengo unos familiares en la embajada de Nueva Delhi… Me aficione a ampliar mis conocimientos sobre la mente humana.

-Para mi familia siempre ha sido una bebida corriente.

-Es lógico, porque usted proviene de Boston… Déme la taza, por favor. Yo la colocare en la bandeja., ¿No le parece que el te posee un aroma especial y un sabor exquisito?

-Si, me ha gustado.

-De acuerdo, amigo mío. Ahora vamos a centrarnos en el nuevo tratamiento que nos permitirá obtener su total curación.

-¿Cree usted, director, que ya no volveré a ser torturado… por mi esposa?

-Permítame que me reserve la respuesta. Voy a limitarme a ofrecerle la seguridad de que seguiremos avanzando de una forma positiva. Y ahora, sin mas preámbulos, he de anticiparle que el tratamiento ya ha sido experimentado, con resultados óptimos, en otros establecimientos de las mismas características que este… Me refiero a que dos pacientes, que han venido siendo aquejados por idéntica dolencia, comparten la habitación durante una temporada. Por lo general, entre ellos se produce un primer contacto de curiosidad y, luego, surge la comunicación verbal y afectiva, en la que la similitud de los problemas origina unos estímulos muy ventajosos… Dado que en nuestra casa tenemos a un caballero que ha venido sufriendo unas alucinaciones similares a las suyas, he decidido que los dos ocupen la mis estancia. ¿Qué le parece nuestra idea, mister Norden?

-¿Este caballero… se ha visto atacado por un… fantasma igual… al mío, igual a Morella?

-En efecto. Esas coincidencias suelen darse, aunque nos parezca que las dolencias mentales presentan una forma individualizada.



Repentinamente, una sospecha alimentada por el terror aun no superado, llevo a Arthur a formular esta pregunta:

-¿Y no me quedare yo… con el fantasma de ese caballero y… con el de Morella?



El doctor esbozo una sonrisa paternal, se sirvió otra taza de te, sorbió una pequeña cantidad después de una ceremonia en la que jugo con la paciencia de su interlocutor, y contesto:

-No tema. Todas las posibilidades en contra han sido sopesadas, y no nos ofrece ningún temor. Precisamente el éxito de la terapia se basa en que ustedes se familiaricen con las alucinaciones del otro. En el momento que las consideren tan similares para entremezclarlas, habrán llegado a ese punto crítico en el que notaran como los “fantasmas” se debilitan, las amenazas pierden consistencia y sus propios razonamientos encontraran la puerta por la cual lograran que escapen todas la proyecciones mentales que han venido atormentándoles… En su caso, Mister Norden, nada mas que desaparezca de su cerebro la imagen de su Morella, podrá olvidar en el acto la segunda visión, ya que solo lo considerara algo creado voluntariamente, con el fin de realizar el experimento clínico, y por sugestión, que es lo que realmente en la actualidad sucede.

La seguridad del director era tan sólida, que Arthur se dejo contagiar por la mima. Ya no fue necesario que los enfermeros le sujetasen para llevarle a su habitación-celda. Y al cerrarse las puertas detrás de el, solo, se tendió en la cama, algo relajado mirando al techo.

De pronto, brotando del rincón mas opuesto de la parte frontal de su cuerpo, reventó una carcajada posesiva y desgarradora. Se dio la vuelta en un escorzo violento, y allí, ante el, encontró la figura de Morella.

-¡Jamás te libraras de mi! ¡Te anuncie que tus días, a partir de mi muerte, serian de dolor! ¡Pero sigues jugando con el tiempo, creyendo que lo tendrás a tu favor si te proporcionan la ayuda necesaria! ¡Me llevaras como tu sudario mientras quede aliento vital en tu cuerpo!

Con la ultima amenaza se desvaneció en las sombras, dejando tras de si una tromba de escalofríos de desesperaciones. De esta manera para Arthur se quebraron las esperanzas de hacerle conferir el director del manicomio.

Pasado unos minutos, ella regreso a ratificar su poderío: se recorto en la pared por medio de un resplandor fosforescente.



Arthur cerró los ojos los parpados en un arrebato instintivo de supervivencia, y llevo su cabeza hacia otro lado. Sin embargo, un extraño escozor en los ojos y una enorme presión sobre su cuello le obligaron a mirarla: ¡era imposible resistirse!

-¡Aléjate de mi, maldita! –vocifero, rabiosamente, inundado de sudor y apretando sus dedos agarrotados en los bordes de la cama- . ¡Regresa a tu tumba, donde yo te deposite por segunda vez! ¡Estas muerta… Eres una proyección de mi mente… y te pondré vencer si me lo propongo…!

Se repitieron las carcajadas burlonas, humillantes, que retumbaron en todos los ladrillos y baldosas, formando espirales de un sonido demoniaco que, durante unos segundo, pareció que nunca iba a desaparecer.

-¡Tardaste diez años en dar nombre a nuestra hija! ¿Por qué? ¡Estabas librando una batalla contra tu propia impotencia! ¿Quién te obligo a que la llamases Morella? ¡Contéstame si te atreves! ¡Contéstate a ti mismo, gusano!

Arthur ya no puedo aguantar ni un momento mas aquel ataque despiadado. Se arrodillo en el suelo, destrozado, y empezó a suplicar:

-¡Por favor, márchate! Reconozco mi error al casarme contigo sin amor, y el desear tácticamente tu muerte. ¡Perdóname…! ¿Es que no te parece suficiente verme en este lamentable estado?

Las lágrimas del vencido se habían confundido con sus exclamaciones. Y cuando se quedo en silencio, comprobó que no parecía haber respuesta por parte de su enemiga. Mantuvo la cabeza agachada, sin incorporarse, y espero el desenlace. Más tarde. Busco la imagen de Morella. La encontró en la pared, seria y pensativa…¿Acaso la había convencido?

Todavía permanecieron unos segundos mirándose fijamente. De pronto, el rostro de espectro cambio de expresión y, nuevamente, compuso una terrible mueca irónica; al mismo tiempo grito:

-¡Cobarde! ¿Acaso creías que podías librarte de mi? Eres el más sibilino de los hombres… Un egoísta monstruoso que siempre ha pensado en su propio beneficio, sin importarle el daño que podía causar. Reconozco que todavía no has perdido tu habilidad, por lo que, durante unos instantes, casi has estado a punto de convencerme… ¡Pero tu representación no te ha servido de nada! ¡Y como te prometí en el lecho de muerte, al que me llevaste con tu desprecio y no queriendo mi salvación, me tendrás a tu lado… hasta que se consume tu total aniquilación!


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Mensaje por Gonzalo_G 12/08/08, 11:54 am

Al escuchar estas terribles amenazas, la desesperación de Arthur llego a tal punto, que comenzó a arrojar contra la alucinación todos los objetos que se hallaban a su alcance. Cuando ya no encontró ninguna otra arma para su arrebato demencial, se lanzo contra la pared, de la que ya había desaparecido la imagen de Morella, y golpeo sus puños contra los ladrillos, en un vano deseo de alcanzarla.

Organizo tan tremendo escándalo, al que destrozarlo todo, que se hizo necesario que entraran dos enfermeros. Y tras muchos esfuerzos, lograron reducirle hasta colocarle la camisa de fuerza. Luego, le dejaron en el suelo, debido a que el camastro había quedado completamente desecho de resultas del ataque furibundo que había desencadenado contra la culpable de sus desvaríos

-¡No quiero verla! ¡Sé que continúa ahí... riéndose de mí...! jAtacadla a ella... Fuera... Libradme de su amenaza... o permitidme que me quite la vida...!
El hecho de que su voz siguiera evidenciando la explo¬sión de locura, llevó a la pareja de vigilantes a amordazarle. Seguidamente, le inyectaron un calmante y le dejaron dormir unas horas.
A la mañana siguiente, en cuanto entraron con el desa¬yuno, le encontraron en el suelo, pensativo y en calma. Pero no le liberaron de la camisa de fuerza, aunque sí le dejaron la boca sin tapaduras para poder alimentarle. Como esto pudieron reali¬zarlo sin enfrentarse a ningún tipo de arrebato, se marcharon en busca del director.
-Sé que puede escucharme con toda su lucidez mental. míster Norden -dijo el responsable de la curación de aquel paciente que ofrecía el aspecto de un ser destruido-. Contésteme si mis palabras le llegan desde la lejanía o si se nota ajeno a mi presencia.

Arthur le miró con ojos acuosos, la boca torcida, despei¬nado y tan pálido como un cadáver. Pero terminó respondiendo en un susurro:
-Le oigo con toda claridad... Estoy muy cansado... Me duelen todos los huesos...
-Es lógico en una persona que acaba de sufrir un ataque de cólera. Quizá no sea el último. Amigo mío. con su decisión de combatir a Morella, se ha enfrentado a dos fuerzas antagóni¬cas: la primera, se refiere a la esclavitud que le ha mantenido encadenado a las alucinaciones en las que aparece su esposa; y la segunda, afecta a la esperanza de que su mente había empe¬zado a alimentar respecto a la recuperación de su equilibrio psí¬quico. ¿Alguna vez han dejado de cumplirse las promesas que ya le he venido haciendo?
-Nunca... Confío en usted, director... ¡Ayúdeme!
-Eso es lo que he pretendido desde que usted ingresó en este establecimiento. Tranquilícese. A medida que vaya progre¬sando nuestro experimento, esas fuerzas de que le he hablado irán creciendo, y llegarán a oponerle una mayor resistencia que esta última noche... ¿Se encuentra dispuesto a conocer al caba¬llero del que le hablé?
- ¿Se refiere al que sufre alucinaciones similares a las mías?
-En efecto. Ya ve cómo su cerebro funciona perfecta¬mente. -El director hizo una seña a los enfermeros, con el fin de que quitasen al paciente la camisa de fuerza; luego, prosiguió-: Ahora vaya a arreglarse, para que esté presentable en el momen¬to que se encuentre con su compañero.
En aquel instante, Arthur se dio cuenta de que sus manos se hallaban completamente desolladas. Y la violencia del Combate permanente que venía librando frente al espectro de su esposa, le convenció de que la necesidad de salvarse de la locu¬ra era consubstancial con sus anhelos vitales.
En cuanto consideró que se hallaba restablecido, se vis¬tió con otras ropas y abandonó la habitación-celda. Le acompa¬ñaban los dos enfermeros. Y a lo largo de aquellos minutos, su curiosidad fue ligeramente motivada por la tranquilidad y el orden que evidenciaban los largos pasillos que estaban reco¬rriendo. Pero, ai llegar ante la puerta de una estancia situada al otro lado del manicomio, le detuvo un amago de intranquilidad, acaso porque siempre le habían fastidiado los espejos: ¿no le estaban proponiendo que encontrase el sendero de su recupera¬ción "mirándose" y escuchando a otro paciente al que se le con¬sideraba "su igual"?
La discreta presión en su espalda de las manos de uno de los enfermeros, le decidió a entrar en aquel escenario, cuyas características eran muy distintas a las que él había venido ocu¬pando durante los dos últimos años. En realidad eran dos celdas, divididas por una pared central compuesta de dos filas de barro¬tes. Así se podía asegurar la comunicación verbal y emotiva, sin que se produjera el enfrentamiento físico, violento, que daría al traste con todas las posibilidades de curación. Las paredes y el suelo se hallaban cubiertos por un material acolchado, para impedir que los pacientes se dañaran al caer en alguno de sus frecuentes ataques epilépticos. Y las ventanas situadas a una altura considerable, eran mayores que la de su encierro anterior, y ofrecían las ventajas de dejar entrar a raudales los rayos recon¬fortantes del sol.
Repentinamente, acusó una morbosa curiosidad por conocer al caballero con el que se le había obligado a compartir su locura. No tardó mucho tiempo en ver satisfecho su vivo deseo. La puerta de la estancia contigua fue abierta, dando paso a un hombre bien vestido y mucho más joven que él, de gran estatura, extremada palidez, casi propia de un agonizante, muy delgado y de maneras pausadas. En su rostro destacaba, como primer motivo de interés, unos ojos hundidos rodeados de oje¬ras, y el hecho de que la piel de sus mejillas, parietales y men¬tón se vieran marcadas por unas cicatrices, extrañas y profundas, que parecían haber sido causadas por las garras afiladas de una bestia asesina, acaso un león o una pantera, que le daban un siniestro aspecto.

En cuanto este personaje llegó al fondo de su habita¬ción, se volvió y dedicó una tenue sonrisa a Arthur, consiguiendo que su iniciativa no pasara de ser una mueca estúpida. Pero ésta fue su única intentona de comunicación, porque se mantuvo en silencio, acostado o sentado en su camastro a lo largo de toda una semana. Los enfermeros debían invitarle a que se aseara, y en las comidas se limitaba a picotear en los platos y a beber mucha agua. Su sed era algo muy singular por resultar casi obsesiva.
Y cuando Arthur se disponía a iniciar el primer diálogo junto a la doble tila de barrotes, se vio atacado por la aparición de Morella.
-¿Tan ilusa ha llegado a ser tu mente que te ha llevado a suponer que te habías librado de la hija del infierno y la muer¬te? -preguntó la alucinación, envolviendo cada una de sus pala¬bras con una tromba de carcajadas-. ¡Vives sumergido en un terror perdurable porque yo así lo he deseado! ¡Miserable inte¬lectual, rata de cloaca, nunca conseguirás arrancarme de tu cere¬bro! ¡Nunca!
-¡Déjame en paz, harpía! ¡No eres real, vete! ¡Yo no soy tu esclavo! ¡Conseguiré como sea que desaparezcas de mi mente!
La burla del fantasma que se proyectaba en la pared, rodeado de un deslumbrante círculo de luz, creció en volumen sonoro y se transformó en unas heridas mentales, tan dolorosas que Arthur se desplomó en el suelo, contorsionándose bajo un ataque nervioso. Su inmensa protesta terminó materializándose en una baba de saliva y mucosidad.
Este ataque se repitió sucesivamente, dos veces por día y durante unas tres semanas. No obstante, en los momentos de calma, maniatado con la camisa de fuerza y con la boca sellada con una fuerte mordaza. Arthur pudo comprobar que su vecino de habitación se hallaba a merced de similares ataques, porque, al no ser coincidenies con los suyos, le era posible contemplar una serie de reacciones, unidas a unos gritos, aullidos, golpes y convulsiones que terminó por deducir que eran idénticos a los que a él le atormentaban.

Así hizo eco en su cerebro el anuncio del director del manicomio: "A medida que vaya progresando nuestro experi¬mento, esas fuerzas de que le he hablado irán creciendo, y lle¬garán a oponerle una mayor resistencia que esta última
noche..."
No había duda de que se hallaban, aquel caballero y él mismo, soportando la etapa de horrores que se le pudo anticipar. Por eso se concentró en llenar su mente de operaciones mate¬máticas, de canciones infantiles y de sonsonetes monocordes tendentes a sumirle en una especie de letargo. Hasta que encon¬tró el recurso de la oración. Nunca había sido un creyente, aun¬que si estaba bautizado, lo mismo que su hija -"¡no quiero pen¬sar en ella, porque es la reencarnación de Morella, su madre!"-; y en su vida todos los momentos importantes contaban con el respaldo religioso que imponía la sociedad en la que se habían desarrollado sus actividades profesionales.
Al cabo de un tiempo prudencial, empezó a creer que había alejado de sus pesadillas al fantasma de su esposa. Y una mañana que. por singular coincidencia, encontró a su compañe¬ro de habitación muy tranquilo, se atrevió a decirle:
-Mi nombre es Arthur S. Norden, soy filósofo y natura¬lista, y me encuentro aquí por haber sufrido el ataque de una
mujer despiadada.
Siguió contando su historia de una forma pausada, emo¬cionándose en algunos pasajes y sin contener su cólera en otros, hasta que, al finalizar, formuló la lógica invitación:
-¿Por qué no me confía el motivo de sus sufrimientos? Entiendo que a usted, como me ha sucedido a mí en las cuatro semanas que llevamos compartiendo esta habitación doble, no le habrán pasado por alto que la coincidencia de nuestras reaccio¬nes es tan exacta, que se diría que nuestros enemigos son her¬manos gemelos... ¿Qué responde a mi proposición, compañero?
Aquel hombre le miró fijamente y, después de unos segundos de indecisión, preguntó con un susurro:
-¿Por qué he de contarle tu vida cuando siempre he sido un devoto de la meditación, un voyeur de la atención pasiva?

Una simple sombra o el aroma de una flor servían para entre¬garme, por espacio de muchas horas, a un soliloquio de cavila¬ciones que me conducían inevitablemente a la morbosidad y al horror... ¡Basta, he hablado demasiado! Seguro que "ella" esta¬rá disgustada por esta predisposición mía a aceptar la invitación del diálogo, ¡cuando me lo tiene prohibido!
-¿Cree posible llegar a sufrir mayor terror del que he venido yo soportando, compañero? Más de dos años llevo sumi¬do en la inanición física y mental, como imagino que le habrá ocurrido a usted. La locura me ha abrazado en estos últimos años, pero me cabe la satisfacción de asegurar que no he sido poseído definitivamente por esa tiranía mental. Esta lucidez actual que puede advertir, tan distinta a mi reciente existencia de vegetal humano, me conduce a pedir su colaboración. Quiero sobrevivir. Ya he superado una larga etapa en la que el suicidio me parecía la única vía de escape frente a mis sufrimientos.
Todos estos razonamientos no fueron suficientes, en aquel momento; pero, al igual que el persistente ataque del arie¬te acaba por derribar el portón más sólido, la voluntad de aquel ser cadavérico se resquebrajó, quizá porque su antigua tenden¬cia a la meditación le había llevado a aceptar un experimento que no le imponía una actividad corporal.
-Mi nombre de pila es Egaeus, provengo de una raza de visionarios y el entorno donde me eduqué se hallaba preñado de una melancolía contagiosa, de una invitación a la quietud, a la reflexión y al rechazo de la actividad física -comenzó a decir, en un tono de voz más bien bajo, que no dejaba vislumbrar ningún tipo de pasión, como si las consecuencias de sus actos ya las hubiera asumido, por lo que no le atemorizaban-. En ciertos momentos he lamentado el encierro a que me condujo mi perso¬nalidad: mientras que cualquier otro jovencito de mi edad era una ballesta proyectada por la elasticidad de los músculos en desarrollo, yo aprendí enseguida a leer y meditar, con el único propósito de familiarizarme con la enorme cantidad de libros que sobrecargaban los estantes de la biblioteca familiar. De esta forma, se produjo en mí como una especie de paralización: la realidad me parecía una ensoñación, a la vez que lodo lo imagi¬nado cobraba un obsesivo protagonismo...
"No sé decirle cuando advertí conscientemente la pre¬sencia de Berenice. Eramos primos y compartíamos la misma casa; sin embargo, ella obedecía a las tendencias más naturales de la raza humana: vitalidad, osadía y curiosidad, lodo lo cual le empujaba fuera de la mansión. Quiero recordarla, las veces que sus silencios, tan escasos, me invitaban a observarla, siempre con las mejillas enrojecidas por una salud pictórica, con los ojos vivarachos y alegres, con sus cabellos largos y siempre libres de moños y coletas, y tan llena de vida... ¡Berenice! ¡Silfide supe¬rior a cualquiera de los dibujos que las representan formando cenefas en algunos de los libros que yo había leído en mi juven¬tud, o en esas otras que se convertían en el impulso romántico de los príncipes heroicos de las leyendas y fantasías imaginadas
por los antiguos!
"Esto es lo único que puedo contarle de Bereníce cuan¬do se hallaba tan distante de mis aficiones. Sin embargo, en el momento que ella se vio aquejada por una fatal enfermedad, que la devoró de una manera progresiva, irreparable, me sentí invitado a convertirla en el motivo de mi interés. Todo en su persona cambiaba: la vitalidad se hizo reposo, su tez rosada se volvió más blanca que la cera, sus risas dieron paso a una res¬piración jadeante y sus gritos de júbilo fueron ahogados por sollozos y gemidos.
"Además de todas las anomalías físicas que le he enu¬merado, Berenice empezó a verse asaltada por unos ataques de epilepsia, que llegaban a ser tan prolongados e intensivos que. algunas veces, degeneraban en unos terroríficos estados de cata-lepsia. Las dos primeras veces se llegó a instalar la capilla mor¬tuoria, y se cubrió de luto toda la casa. Pero, inesperadamente y siempre de una forma violenta, retornaba a la vida, dejando a todos sus familiares sin saber si se hallaban ante un fantasma o una resurrección milagrosa. La explicación médica terminó consiguiendo que fuesen aceptadas estas detenciones de sus meca¬nismos vitales, aunque no se comprendieran...
"Por otra parte, mi enfermedad se iba transformando en una monomanía por la meditación prolongada. Los motivos más insignificantes, según la valoración de las gentes normales, me empujaban a morbosas deducciones, que finalizaban con un interés sobrenatural por el objeto que había provocado mi inte¬rés primitivo. No sé si usted me entenderá... Quizá le resulte de más fácil comprensión, si le digo que los escasos objetos o hechos que provocaban mi atención, acababan por generar una obsesiva necesidad de posesión mental. Al mismo tiempo, mis lecturas actuaban de cultivo de todas mis inclinaciones perver¬sas: si por un lado las alteraciones de la constitución física de Berenice me producían una gran piedad, por otro me enamoré de su desgracia, debido a que mi pasión provenía de la inteli¬gencia y no de los sentimientos. La veía como la protagonista de un sueño, idéntica a una abstracción y merecedora de mis especulaciones mentales. Y así le fui proponiendo el matrimo¬nio, seguro de que me aceptaría, porque ella llevaba mucho tiempo deseado

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Leyendas  Urbanas y/o  Mitos - Página 5 Empty Re: Leyendas Urbanas y/o Mitos

Mensaje por Gonzalo_G 12/08/08, 12:00 pm

"Recuerdo que una tarde de invierno, cuando se hallaba muy cercana la fecha de nuestras nupcias, me encontraba senta¬do en el gabinete interior de la biblioteca. De pronto, levanté los ojos y encontré, ante mí, a Berenice... ¿Qué influencias atmos¬féricas, ambientales y psíquicas actuaron sobre mi voluntad? No sabría contestarle. Ella permanecía callada, y por nada del mundo me hubiese atrevido yo a romper el silencio que nos rodeaba. Sentí que un escalofrío de hielo recorría lodo mi ser, y cómo me oprimía una angustiosa combinación de ansiedad y de curiosidad...
"Por eso me recline en el asiento, apoyé mis manos en la mesa escritorio y me quedé contemplándola, igual que si la | estuviera viendo por primera vez: su delgadez resultaba excesi¬va, su frente muy alta, su cabello anteriormente de una tonali¬dad azabache se había vuelto de un rubio reluciente, sus ojos carecían de brillo y parecían haberse desprovisto de las pupilas, y sus labios finos y contraídos semejaban... ¡De pronto, se entre¬abrieron para formar una sonrisa extraña! ¿Por qué me dejaría
Berenice ver sus dientes?
"El golpe de una puerta me distrajo unos instantes y, al levantar la cabeza, advertí que ella acababa de abandonar la biblioteca... ¡Dejándome el espectro de sus dientes! ¡La belleza de su esmalte, la inmaculada blancura y la perfección de su simetría me obsesionaron! ¡Me sentí dominado por mi mono¬manía y, aunque luché contra su irresistible influencia, lo único que conseguí fue que los dientes de Berenice me enloqueciesen! ¡Los deseé con una pasión frenética! ¡Ya nada me importaba, porque el objetivo que acababa de encontrar se me hizo demen-
cialmente prioritario!"
Egaeus guardó silencio. Estaba excitado, sin que ello alterase demasiado sus facciones, y en sus manos se evidencia¬ba un leve temblor; mientras, su mirada se hallaba perdida en un rincón de la estancia. Arthur le escuchaba atentamente, comple¬tamente absorto en aquella historia que presentaba tantos puntos
de contacto con la suya.
-Los dientes se me hicieron la única realidad presente ante mi mirada mental, y en su insustituible individualidad lle¬garon a palpitar sobre mi codicia, porque constituían la esencia de mi vida intelectual. Me seguían por todas partes. Me estre¬mecía al asignarles un poder sensible y consciente... ¡Llegué a codiciarlos locamente! ¡Y esta obsesión me destruyó: su pose¬sión era lo único que podía devolverme la paz que se me había arrebatado en el mismo instante que 1<>S contemplé!
"Dos días permanecí encerrado en la biblioteca, advir¬tiendo aisladamente la llegada de las sombras y de las luces Porque mi monomanía había alcanzado su cima: valoré los dien¬tes desde todas las perspectivas, metafísicas y sobrenaturales. Y luego de tan prolongadas disquisiciones, inmóvil, el fantasma de la dentadura de Berenice me esclavizó hasta convertirme en una especie de autómata... ¿Seguí allí durante todo aquel tiempo"' "Repentinamente, irrumpió en mi modorra un grito, y luego, tras una pausa, el sonido de un tropel de voces turbadas, mezcladas con sordos lamentos. Realizando un gran esfuerzo conseguí incorporarme en mi asiento, y me encontré con un cria¬do deshecho en lágrimas...
"-¡La señora ha muerto...! -susurró con voz quebrada-. Sufrió un ataque de epilepsia... Llamamos al médico, corno el señor nos tiene ordenado. Pero esta vez era la definitiva.
"Una marioneta hubiese reaccionado con más pasión que la expresada por mi conducta siguiente. ¿Acaso la noticia me demolió anímicamente? Terminé por enterarme de que el fallecimiento de Berenice se había producido aquella misma madrugada y que ya se estaban iniciando los preparativos del entierro. Dirigí todas las ceremonias, hasta que la tumba quedó cubierta por la arcilla que formaba el suelo de nuestro jardín.
"Luego, me encerré en la biblioteca, donde me sorpren¬dió la llegada de la noche. De nuevo volví a perder la noción de la realidad; pero mi mente se llenó de horror, que acaso debería calificar de (error por su ambigüedad. Supuso una página atroz de mis experiencias, escrita en su totalidad con los recuerdos más tenebrosos y alucinantes, intenté luchar para descifrarlos; sin embargo, mis esfuerzos fueron vanos... ¡Mientras tanto, una y otra vez, igual que el espíritu de un sonido ausente, un grito de mujer, agudo y penetrante, no cesaba de sonar en mis oídos. Yo había hecho algo! ¿Qué era? Me lo pregunté a mí mismo en voz alta, y los ecos susurrantes del aposento me respondieron: "¿Qué era?"
"En la mesa-escritorio, a mi lado, ardía una lámpara, y había junto a ella una cajita. No tenía nada de peculiar. Pero ¿cómo se encontraba allí, y por qué yo me estremecía al con¬templarla? Sabía que pertenecía al médico de la familia... ¿Es que éste me la había prestado?
"Vencí las dudas diciéndome que me estaba deteniendo en algo insignificante, no obstante, en aquel momento, escuche una débil llamada en la puerta. Me sobresalté más de lo habitual;y ante la insistencia de los golpes, debí tragar saliva para conse¬guir formular la autorización verbal.
"Entró un criado andando de puntillas, embargado por el terror y hablándome con voz ronca, trémula y ahogada... ¿Qué me contó? Escuché algunas frases entrecortadas: un salvaje aullido que había alterado el silencio nocturno, la reacción de la servidumbre al buscar las causas del sonido, y el hallazgo de la tumba violada, el ataúd abierto, el rostro del cadáver de Berenice desfigurado, sin mortaja, y que todavía respiraba, toda¬vía palpitaba, todavía vivía..."
"Aquel hombre se fijó en mis ropas, y se atrevió a indi¬carme que estaban manchadas de barro y de sangre coagulada. No le respondí. Tampoco rechacé la presión de sus manos, cuan¬do examinó mi diestra; tema heridas recientes originadas por uñas humanas. Luego, su interés se centró en un objeto que se encontraba en la pared, y me vi forzado a seguir su mirada: era
una pala...
"Súbitamente, liberando un alarido, actué con un dina¬mismo insólito en mí. Cogí la cajita, intenté abrirla y no pude
conseguirlo.
"Las manos me temblaban. Por eso se me cayó al suelo, donde se hizo pedazos, mezclándose con treinta y dos objetos blancos, pequeños y marfileños, que se esparcieron por el
suelo...
"Quizá a usted le pueda resultar muy fácil acusarme de ese crimen, porque Berenice falleció por culpa de la enorme cantidad de sangre que perdió con la extracción de todos sus dientes... ¿Cómo he de achacarme algo que no recuerdo? Durante los tres años y cinco meses que llevo en este manico¬mio, ''ella" ha venido atormentándome con su presencia; un fan¬tasma desdentado, riente y acechando permanentemente un desenlace que yo siempre he creído cercano...
"Esta es mi historia, mister Norden. Ahora quisiera vol¬ver a escuchar la suya de una forma más exacta. Cuando usted me la confió, pretendiendo invitarme a que le imitase, yo no me encontraba en la mejor situación para obtener esas ventajas que nos anunció el director... ¡Porque la curación me permitirá vol¬ver ante la tumba, donde Berenice espera que yo le devuelva sus dientes!"
Arthur se compadeció de su compañero, pues entendió que jamás podría conseguir recuperar la lucidez mental. La narración que acababa de escuchar le sumió en un mar de con¬fusiones, sin impedirle entender que su pecado era inferior al de aquel desdichado. Pero como permaneció callado, Egaeus le volvió a suplicar que le refiriese sus experiencias.
-A Morella la conocí hace años -empezó a contar Arthur sin ningún temor-. Al principio, fuimos amigos, y yo sentía hacia ella el fuego de una pasión alimentada por la sorpresa y la curiosidad, pero nunca por Eros. Esto no impidió que nos casá¬ramos. Desde el primer momento de nuestra unión, me convertí en su discípulo, porque Morella leía libros tenebrosos, todos relacionados con la muerte y la pérdida de la identidad humana. Su erudición era profunda y su espíritu gigantesco.
"Me abandoné sin reservas a la dirección de mi esposa. Pero entonces, escudriñando páginas prohibidas, comencé a sen¬tir que un aliento aborrecible se encendía dentro de mí. Frente a mi debilidad, ella me reconfortaba posando su fría diestra en mis manos y con la música de su voz. Hasta que, al fin, el mensaje que me comunicaba se inundó de terror, una sombra cayó sobre mi alma y comencé a temblar frente a aquellas entonaciones sobrenaturales.
"Llegó un momento que el misterio de la naturaleza de Morella me oprimió como un maleficio. Me vi imposibilitado para Soportar el contacto de sus dedos pálidos y el resplandor de Sus ojos melancólicos. Ella advertía mi repulsión, pero jamás me lo reprochó durante aquella epoca. Parecía consciente de mi locura...
"Ignoro en qué momento advertí que mi mujer langui¬decía paulatinamente: una mancha carmesí se fijó en sus meji¬llas y las venas azules de su blanquísima frente se agrandaron.
De nuevo me encontré enfrentado a dos emociones opuestas: la compasión y el vértigo de quien hunde la mirada en un abismo lúgubre, que era ése que me ofrecían los ojos de Morella.. ¿Podrá creerme usted si le digo que empecé a alimentar un deseo voraz de asistir a su muerte? La enfermedad que la con¬sumía avanzaba lentamente, cubriendo semanas y meses de espera, por lo que yo terminé enfureciéndome por el retraso de un desenlace que se me debía. ¡Con el instinto de un diablo mal¬dije esa tediosa prolongación!
"Una tarde otoño, Morella me llamó a la cabecera de su cama. Entonces cubría la tierra una espesa niebla, ascendía un cálido resplandor desde las aguas, y entre el follaje de octubre había caído del ciclo el arco iris.
"-Éste es el día elegido para vivir o morir -me dijo, acu¬mulando en su voz un mayor misterio del que yo había podido sentir jamás en cualquiera de sus manifestaciones-, ¡Ah, el más hermoso para las hijas del cielo y de la muerte! Me muero, y sin embargo viviré... Nunca existieron los días en que hubieras podido amarme; pero aquella a quien en vida aborreciste, será adorada por ti en la muerte... Acepto que hay en mi interior esc afecto -¡cuan miserable!- que sentiste por mí, Morella. Y cuan¬do mi espíritu parta, vivirá tu hijo y el mío, el de Morella. Desde ese momento, tus días serán de un dolor perdurable. Porque las horas de tu dicha ya han finalizado. Se acabó tu juego voluble con el tiempo, ¡ya que me llevarás por la tierra como un sudario!
"Quise interrogarla sobre esas amenazas; sin embargo, ella volvió La cabeza sobre la almohada, un ligero estremeci¬miento recorrió su cuerpo y expiró. Ya no oí más su voz.
"Pero, como me había anunciado, su hija -a la que dio a luz momentos antes de expirar- comenzó a acusar los síntomas de la vida en el mismo instante que ella falleció. Su semilla cre¬ció en talla e inteligencia, durante los años siguientes. Mientras, yo comprobaba que cada vez se parecía más a su madre, lo que no me impidió amarla con una pasión que jamás pude creer que fuera a sentir por un ser humano.
"No obstante, terminó por oscurecerse este alecto, hasta que se tornó en tristeza y horror, porque en la conducta de la niña yo veía, cada vez más palpablemente, las teorías sonreco-gedoras de la difunta Morella.
"Como llegó a ser tanta la incertidumbre, alejé de la curiosidad del mundo a mi hija. Y sumido en la soledad, me concentré en la adoración que la profesaba. A la vez, con el paso de los años, iba haciéndose más patente la similitud entre la niña y su madre, por lo que su aspecto me resultaba espantosamente perturbador. La identidad de ambas era demasiado perfecta, y los ojos, nada infantiles, escrutaban en el interior de mi cerebro como antes lo había hecho Morella,
"Así transcurrieron dos lustros de la vida de mi hija, y yo no le había dado un nombre. Tampoco le había hablado de su madre. Esto no supuso ningún obstáculo para que, llegado el momento en que la necesidad de que la niña dispusiera de un nombre se hizo una obsesión insufrible, yo eligiese el de Morella. Vacilé ante la pila bautismal, pero terminé por aceptar¬lo debido a que otra voluntad, más poderosa e infernal que la mía, era la que impulsaba esta decisión.
"Por aquellas fechas no supe las causas de mi decisión, pero hoy, después de haber sido acosado a lo largo de cuatro años por un fantasma despiadado, acepto que un engendro me incitó a musitar ese nombre, a pesar de que su simple sonido conseguía que afluyesen torrentes de sangre de las sienes a mi 1 corazón... ¡Ahora comprendo por qué las facciones de mi hija se j¡ cubrieron con el velo de la muerte en el instante que el sacerdote pronunció el nombre de Morella, y por qué se hincó de rodillas, levantó sus ojos al cielo y exclamó: "¡Aquí estoy!"
"Precisas, fríamente, cayeron esas palabras en mis oídos como plomo derretido y rodaron estruendosamente por mi cerc-. bro... ¡Los años habrán podido transcurrir, pero el recuerdo imborrable de aquel momento jamás morirá! Desde aquel suce¬so, perdí la noción del tiempo y del espacio, y las estrellas de mi destino se apagaron en el cielo. La realidad para mí se transfor¬mó en una continuo vagar de sombras, entre las cuales yo sólo podía distinguir las de una mujer dominadora, terriblemente
satánica: Morella.
"Al poco tiempo, ella murió, y en mis propios brazos la llevé a la tumba... ¡Y cómo retumbaron mis carcajadas al encon¬trarme el ataúd vacío, sin huellas de la primera Morella, cuando iba a depositar a la segunda!
"A partir de entonces el espectro de Morella me ha veni¬do acosando, siendo mi permanente acompañante en este mani¬comio... La verdad, amigo mío, es que mi pecado no fue supe¬rior al suyo. Pues yo me limitó a desear algo que nunca llevé a la realidad, y por lo que he sufrido una penitencia superior al daño causado, mientras que usted lo llevó a la práctica, aunque fuese de una manera inconsciente..."
Con las últimas palabras que acababa de escuchar, Egaeus alzó la mirada hacia el techo, se meso los cabellos, palpó las cicatrices de su rostro y susurró con un acento escalofriante: -Yo fui un asesino, mientras que usted sólo repudió al demonio que se le había introducido en la mente a través del contacto con su esposa... Fíjese en su propio cuerpo y en el mío: el fantasma de Morella no le ha causado ningún daño físico por¬que es muy distinto al de Berenice... ¡Las uñas de ésta rastrean mi cuerpo, abren mi piel y únicamente ansían recuperar los dien¬tes que le arrebaté!
Entonces aquel desdichado comenzó a aullar, a golpear¬se contra los barrotes y a maldecir. Sintiéndose cada vez más enfurecido, porque la atención que le dedicaba su compañero de celda era la de un espectador impasible que asiste a una repre¬sentación teatral que le es totalmente ajena.
Aquella misma noche, después de que los enfermeros creyeron haberle dejado totalmente drogado, Egaeus tuvo que encontrar fuerzas en alguna zona sobrenatural de su mente, ya que por la mañana se le encontró colgado de los barrotes de la
ventana.
Lo singular es que esta tragedia no pareció afectar al otro paciente, pues inició una mejoría paulatina. Las apariciones de Morella se fueron diluyendo, hasta el punto de que, un año más tarde, se le pudo dar de alta.
Sentado en la berlina. Arthur S. Norden devolvió sus recuerdos al presente, se recostó en el asiento y dedicó una son¬risa melancólica a aquel desdichado sin cuyas confidencias él no se hubiera curado.
"En un mundo que ya comienza a aceptar las teorías darwinianas de la evolución, es lógico que sólo sobrevivan los más aptos. El pobre Egaeus era demasiado vulnerable", se dijo, con cierto alivio.

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Mensaje por Gonzalo_G 12/08/08, 12:01 pm

-¡Ya hemos llegado a la estación, mister Norden! -escu¬chó la voz del cochero.
Seguidamente, pagó el recorrido, recogió el maletín, que constituía su único equipaje y se dirigió a la ventanilla. Compró un billete para Londres, y poco tuvo que esperar en al andén. La meticulosidad de la burocracia del manicomio siem¬pre conseguía estos pequeños milagros, acaso pata que los ex pacientes pudiesen olvidar, lo más rápidamente posible, que durante una temporada, más o menos larga, hablan permaneci¬do recluidos en un lugar de cuyo hospedaje nadie acostumbra¬ba a presumir.
Cuando Arthur penetró en su departamento del vagón de primera clase, comprobó que iba a viajar solo. Al instante. el tren se puso en marcha. Y unos pocos minutos después, nada más atravesar un túnel bastante largo, pudo comprobar que dos mujeres se hallaban sentadas frente a él. ¡una era Morella. más tiránica que nunca en su actitud y en su mirada: y la otra era una joven desconocida, que le sonreía... mostrándole sus encías sangrantes, porque le faltaban todos los dientes!
En aquel mismo instante, el potente silbido de la loco¬motora ahogó el incontenible alarido de terror de Arthur...
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Mensaje por nanu 12/08/08, 12:55 pm

me encanto! jaja la mina tremenda hdp jajajajjaja
me dio impresion la parte en q Egaeus contaba q su esposa se habia muerto por q le saco los dientes jajaj
y el final muy pero muy bueno
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Mensaje por nanu 13/08/08, 08:23 pm

Encontre una leyenda sobre un cementerio de Chile.....

LA MUJER DE LUTO

Un grupo de trabajadoras del cementerio habían hecho un fuego en un brasero que tenían para pasar el frío invernal. Estaban tan entretenidas conversando que sin darse cuenta, se les hizo casi de noche, ya que en invierno con las frías tardes nubladas oscurece más rápido. Tres se iban por avenida Recoleta y una por La Paz. Sus compañeras trataron de convencerla para que no se fuera sola y se marchara con ellas, pero las distancias son grandes y en esos tiempos pasaba locomoción por la avenida la Paz, y debido a ello la mujer no aceptó irse por Recoleta.
Ya tomando el camino en dirección a la avenida la Paz, dentro del mismo cementerio, porque estaba a la altura del Crematorio, la trabajadora vio a una señora de luto por los pasillos, y le preguntó rápidamente: "Señora, ¿usted va por la Paz?". La mujer vestida de luto dio una respuesta afirmativa con su cabeza, y ambas siguieron camino juntas.
El camino era largo y el silencio comenzó a ser molesto, por lo cual la trabajadora del cementerio quiso iniciar una conversación, y le preguntó: "Usted, ¿a quién viene a ver?" Pero la visitante de negro no le respondió.
La señora, que había decidido no irse con sus amigas anteriormente, creyendo que la de negro no la escuchaba, se acercó más a ella, repitiéndole la pregunta: "Usted ¿a quién viene a ver?"
En esos momentos, cuando el sol ya se ocultaba por el poniente y la luz natural a medias alumbraba, cual sería la sorpresa de la pobre trabajadora cuando la mujer de negro levantó su velo y mostró su verdadero rostro, que era una calavera.
La trabajadora quedó en segundos paralizada de la impresión, pero al sentir un fuerte olor a putrefacción, se despertó de la impresión, haciéndola huir apresuradamente.
Asustada llegó hasta el Cristo de los Ricos, donde se arrodilló; al oír unas macabras carcajadas que se alejaban, comenzó a rezar.
Luego de unos largos minutos se atrevió a mirar; ya habían pasado unos 10 minutos casi eternos y constató que no había nadie, tras lo cual corrió hasta la puerta principal.
Asustada, les contó lo ocurrido a los vigilantes y éstos pensaron que alguien se había quedado dentro del cementerio. Fueron a ver y no encontraron a ninguna mujer de luto y nadie salió por los accesos laterales del recinto. Esa noche peinaron todo el cementerio, sin dar con la extraña visitante.
Dos de esas cuidadoras aún están vivas y una de ellas asegura que fue una de sus amigas quien se fue con la mujer de luto caminando. Todavía hay guardias que fueron testigos del estado en que llegó la mujer a contar lo que le había sucedido. Se mantiene en reserva su nombre y se asegura que no es una mujer fácil de asustar.

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Mensaje por Plaztiika 13/08/08, 08:29 pm

ayy ese cementerio es terrorifico.. me da miedito =S
yy lo peor eske lo konosko xd
está muy buenaa.. y la de gonza tambien
tambien me llamó la atencion lo de los dientes xd
ahauahua
besoos ^^
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Mensaje por nanu 17/08/08, 10:45 am

Bueno estuve buscando leyendas y no encontre ninguna buena jajaja entonces decidi copiar esta q es una de mis preferidas. Espero q les guste…..

La inquilina de Julia

A finales de octubre de 1997, Julia Estévez se mudo a un piso viejo de Palermo, en Buenos Aires. Los pisos nuevos estaban por las nubes y había decidido comprar uno antiguo, más amplio, aunque estuviera un poco ruinoso. Tenia cocina, comedor, un dormitorio y un baño. Y también un lavadero. En fin, podía ser un hogar.
Sin embargo, al cabo de algunas noches Julia empezó a sentirse inquieta. En el lavadero las corrientes de aire se producían silbidos siniestros, siempre hacia frío, y ni siquiera la bombilla deshacía la penumbra. No quería dejar llevarse por miedos infantiles, pero algunas noches le costaba cenar tranquila en la cocina, de espaldas al lavadero. Sentía una presencia acechando en lo oscuro, como un ave de rapiña. Pero por supuesto era ridículo salir corriendo de su propia casa. Como muchas presas de caza, permanecía inerte, con la esperanza de que se marchara el cazador.
“no pude aguantar ni un minuto mas y me di vuelta. Vi un rostro cadavérico mirándome. Sus ojos se clavaron en los míos y entonces se acerco a dos dedos de mi cara. Me quede sin respiración, como si en nudo de cerrara alrededor de mi cuello. Me retumbaban las sienes. Me desmaye y no recuerdo nada mas….”
Mas tarde los vecinos le contaron a Julia que la anterior propietaria no se había ido a vivir a provincias, como afirmaban en la agencia inmobiliaria, sino q había muerto en extrañas circunstancias. La habían encontrado con una profunda herida en la cabeza. El dictamen forense estableció que se había golpeado contra el fregadero. Sin embargo su marido se había esfumado.
“llamamos a una médium para que limpiara la casa. Ahora pudo leer con claridad las señales de violencia que no había advertido antes. He tapado el agujero que había detrás del armario y he notifico a la policía q recibí dos llamadas misteriosas poco después de entrar en el piso. Dicen que probablemente son del marido de la difunta, y las están analizando”.
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Mensaje por Gonzalo_G 17/08/08, 09:11 pm

Guauuuuuuuu... .Viste peque que te quedan leyendas buenas todavia!!! me gusto la ultima mucho!!! Esta mortal lo de darse vuelta y ver asi de una... bien fantasma orienta! ajajajajaj ...
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Mensaje por nanu 18/08/08, 11:42 am

jajajaja yo te dije q me quedaban leyendas pero estas a comparacion de las primeras no se, eran mejores las otras (o eso creo jajajja).
bueno dejo esta.........

La chica de la funeraria

El protagonista de esta historia era un velador de un salón de recepciones pero en la cera de enfrente hay una funeraria.
Ese día era un viernes por la noche. Él y su acompañante andaban vigilando cuando de pronto vieron a una joven que trataba de abrir un coche. Ellos se acercaron y le preguntaron que si se le ofrecía algo, ella respondio que sí, porque se le habían quedado las llaves del coche adentro. Ellos trataron de ayudarle pero no pudieron así que ella les dijo que mejor le hablaran a su hermano. La chica les dio un número de teléfono para que ellos hablaran. Uno de los señores se dispuso a marcar, entonces contestó un joven y les preguntó qué se les ofrecía y el señor le dijo que su hermana le había pedido de favor que le llamara para que fueran por ella porque se le habían quedado las llaves dentro del coche y el joven les respondió sorprendido:
- ¡¡Mi hermana!!
Y él les pidió que le describieran cómo era aquella joven. El señor le dijo que era de tez blanca, cabello rubio y que traía un vestido azul de fiesta, y el joven les respondió que no se fueran a asustar.
Primero les confirmó que sí, era su hermana, pero que ella ya había fallecido y por último le dijo que si no le creían y que vieran que no era una broma, que fueran temprano a la funeraria, que él los iba a esperar en la puerta de la funeraria. El Sr. le dijo "ok" pero aún incrédulo se cercioró si aún estaba la joven con ellos... pero su sorpresa fue que ya no estaba... Le preguntó a su compañero por la joven y éste le respondió que ya no estaba, y se sorprendieron al ver que ya no estaba por lo que le había comentado aquel joven.
Pero no se quisieron quedar con la duda, y al día siguiente se fueron temprano a la funeraria. Allí un joven los esperaba en la puerta de la funeraria y les preguntó que si eran los que se habían comunicado el día anterior. Uno de los señores les respondió que sí.
Entonces entraron a la funeraria y el joven los dirigió hacia una sala donde había un ataud, y donde había personas que se encontraban velando a una persona. Les dijo que se acercaran para que vieran si era la misma joven que habían visto la noche anterior.
Ellos, con temor, se acercaron al ataud pero se quedaron pasmados al ver la joven que estaba dentro. Era la misma que habían visto y con la que habían hablado, y peor aún, traía puesto el mismo vestido con el que la habían visto.
Se sorprendieron tanto y con la voz entrecortada le respondieron al joven que sí era la misma joven. Ellos salieron tan sorprendidos que no lo podían creer, diciendo que no era posible. Tanto era su susto que dos días después uno de ellos falleció por la impresión que se había llevado, y el señor (el velador del salon de recepciones) se volvió medio loco, pero tengo entendido que murió hace 2 años......
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Mensaje por Plaztiika 18/08/08, 11:32 pm

wow... me dejaste helada nanu!
eres una verdadera cazaleyendas niña!^^
sigan así... me encantan sus historias...
Besos =P
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Mensaje por Gonzalo_G 19/08/08, 12:12 pm

Que buena nanu, igual te voy a decir que eran medios miedosos... jajajaja, o sea viste el fantasma pero sin saber que era, ya esta o sea queda ahi... Y pongamonos en capañana para encontrar lo de Semum !!! ajajaja saludos
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Mensaje por nanu 19/08/08, 01:18 pm

me alegro q les gustara! y bueno si eran un poco miedosos XD jajajaja
y en cuanto a lo de Semun estoy en eso, pero no encuentro un diccionario bueno jajaja
les dejo esta historia media rara pero bue me llamo la atencion........

El puente

Sucede que el padre de mi amiga, Carlos, encontró un trabajo nuevo acá en Cochabamba, y para esto tenía que ir a vivir a la casa de su madre que se ubicaba en un barrio periférico donde no había luz y el transporte más cercano se encontraba a 500 metros.
En fin, él aceptó y vino. El primer dia salió a la 4.00 am de la casa y en el transcurso de su caminata, sin luz y espesa por los arbustos, tenía que pasar un pequeño puente para llegar a la avenida donde lo recogiera el bus. Cuando lo divisó no lo impresionó debido a su modestia pero cuando estaba en la mitad del puente escuchó un silbido debajo del mismo. Pensó que se trataba de pandillas o borrachos así que apresuró el paso de su marcha, pero al alejarse del puente también escuchaba pasos. Se detuvo a ver quién lo seguía pero no había más rastro que viento, árboles y un sendero. Decidió apresurar el paso; mas los pasos que lo seguían lo apresuraron también. Carlos llegó al bus inquieto y confundido.
Al día siguiente se preocupó por lo ocurrido y llevó una linterna. Al llegar al puente dudó al principio sin embargo al llenarse de valor cruzó... el viento soplaba las hojas de los árboles y esto fue interrumpido por el silbido que nuevamente lo intimidó. Corrió y los pasos lo siguieron. Este estaba como loco gritando quién era el bromista. Alumbrando todo rincón con su linterna decidió ver qué había bajo el puente.
Cuando bajó precipitándose por la orilla con mucha agresividad alumbró bajo el puente. La sorpresa que se llevó cuando vio... un niño desnudo, bellísimo, rubio, de piel fina y con unos ojos fijos amarillos, totalmente sucio que al verlo se moría de la risa. Carlos empezó a llorar y corrió. Se orinaba. El niño seguía riendo. Volvió a casa y no puedo ir a trabajar hasta que saliera el sol.
Estaba casi loco, no hablaba con nadie; su madre, muy triste, le contó esto a su vecina y ella le dijo muy seria:
- Es el duende, hace mucho que no molestaba a nadie. Señora, es necesario que él vuelva solo y lo ahuyente.
Y la madre dijo
- ¿Y cómo?
A lo cual la vecina respondió:
- El debe volver y al presentarse el espectro debe insultarlo de manera que lo ofenda de la manera más cruel y sucia.
Carlos al escuchar esto no quiso aceptarlo por nada. Sin embargo la madre insistió, y volvió a insistir. El dijo "no" y la madre lo comprendió. Sin embargo Carlos se levantó a la mañana siguiente antes que el sol saliera y fue, y el espectro se presentó, silbó más fuerte aún en su oído -como si estuviera molesto-, se reía y lo empujaba.
Carlos estaba asustado y casi cayéndose pero le dijo gritando muchas groserías, y gritos de furia contenida. El duende poco a poco iba quedando atrás hasta que ya no se le veía... así se salvó Carlos que nunca volvió a encontrarse con él...
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Mensaje por pauli 25/07/10, 09:03 pm

Encontre esta seccion y me encanto , me gustan mucho las leyendas urbanas, les dejo esta !!

El perro de Satanás

EN UNA FÁBRICA DE MAR DE PLATA (ARGENTINA) SE SUCEDEN EXTRAÑOS SUCESOS QUE TIENEN EN VILO A LOS EMPLEADOS

Se dice que hay una fábrica en un barrio precario en la ciudad de Mar de Plata, en Argentina, en la cual suceden muchos hechos extraños.
Detrás de la fábrica hay un descampado y muchas veces por la noche se suelen ver duendes o nenes que corren y desaparecen, y lo más tenebroso de todo viene ahora...
Esta fábrica reporta un desaparecido por año, especialmente entre los serenos que la vigilan. Por la noche, cuando el sereno cuida la fábrica, suele escuchar silbidos y hasta respiraciones cerca.
Una vez corrió el rumor de que uno de los empleados por la noche mientras vigilaba el lugar al sentir un gruñido se asomó por la ventana y vio un perro gigante, así como un caballo, y que no se va a olvidar nunca de los ojos rojos de este.
Dicen que el dueño hizo un pacto con el diablo y desde ahí nunca más le robaron, pero a cambio él debe entregar un alma por año, o sea la de un empleado.
Este perro es supuestamente una bestia enviada por el mismo Satanás para evitar los siniestros, dado que es un barrio extremadamente peligroso.

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Mensaje por candela 25/07/10, 10:37 pm

me encantan la leyendas urbanas aunque me dan un poco de miedito!!!!!!!!!! ((awwww))
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Mensaje por pauli 25/07/10, 10:40 pm

me apasiona leerlas !! una compañera de trabajo siempre me dice "como podes leer esas cosas "
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